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miércoles, octubre 25, 2006

Juicio oral a un pai que se comía a los niños vivos

Francisco das Chagas Rodrígues Brito está
acusado del asesinato de al menos 42 jóvenes. Se sospecha que violaba,
trozaba y degustaba a sus víctimas. El
bicicletero, de 42 años y practicante de ritos umbanda, fue
descubierto por el hallazgo de
pequeños huesos humanos en su jardín.

Marcola, el líder de los presos paulistas que tuvo en vilo a la ciudad más grande de América del
Sur por más de cuatro días -a golpes de fuego cruzado y artillería pesada-, y Fernandinho
Beira-Mar, el capo del narcotráfico carioca, parecerán niños de pecho cuando se conozcan los
detalles de
la historia de Francisco das Chagas Rodrígues Brito,
acusado del asesinato de al menos 42 jóvenes en el estado brasileño
de Marañón, al nordeste de ese país.


Rodrígues Brito aparece involucrado, en principio, con el
homicidio de Jonathan Silva Viera, de 15 años, cuyo cadáver, con signos de
estrangulamiento, apareció en diciembre de 2003. Pero no sería su única víctima:
la prensa ha crucificado al ex bicicletero de 42 años antes del
juicio oral y público que empezó ayer en la ciudad de San José de Ribamar.


Entre las
pasiones más o menos probadas de Das Chagas están
los rituales umbanda, en esta zona del Brasil más emparentados con las ceremonias
vudú que se practican en Haití que con el candomblé bahiano que suele ser festejado por los
turistas (cuando no se desmayan) y en algunas composiciones de Caetano Veloso.


En rigor, el hombre también está
imputado de haber matado a dos niños, y es
sospechoso de 39 asesinatos más, todos vinculados a otra de sus pasiones además de
la religiosa:
la violación, el trozado y el canibalismo eventual. Esto lo ha vuelto una presa
codiciada para la prensa, que lo rebautizó como el mayor criminal en serie de la historia del
vecino país.



Das Chagas se presentó como víctima de abusos sexuales, los mismos que repitió
sobre los infantes que cayeron bajo sus garras: como es de rigor en estos casos, lloró y pidió
perdón, además de calificar a su propia niñez como “sufrida”. Las fuentes judiciales
citadas por
Folha on line, indicaron que las
sospechas sobre el reo nacieron en el 2004, cuando se encontraron en los fondos de su
jardín huesitos
en cantidad, y no precisamente de perros, gatos o gallinas, animales que
suelen usar los pai en sus ritos, vagamente satánicos.


 
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